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La felicidad de los niños

Juan Carlos Ramírez Larizbeascoa

23/06/2023

Ese que ha tenido una infancia feliz, ese, ya está salvado. Fiodor Dostoyevski

Hace falta una tribu para cuidar un niño. Proverbio Africano                   

Eduquen al niño y no será necesario castigar al hombre. Pitágoras                   

El hombre es su madre. Napoleón

Si existe una razón de ser de toda organización humana, sea un imperio, una nación o una tribu, esa razón es la felicidad de sus niños.

No solamente porque no existe un objetivo más alto en la proyección del futuro de toda colectividad, sino porque ese es el eslabón más frágil y más humanamente vulnerable e importante de la cadena de la vida en sociedad.

Nuestros niños, y me refiero a los niños de todo el planeta, sufren hoy un ataque físico, mental y espiritual que no tiene parangón en la historia. No solamente son atacados por razones económicas que los obligan a migrar masivamente con sus padres desde todo lugar, sea Centroamérica o Bielorrusia, sino por el permanente estado de delito y crimen que los rodea, haciendo de la violencia su entorno inmediato. La tecnología, por su parte, también hace su trabajo, introduciéndolos a través de tablets y celulares a mundos igual de violentos, dentro del roblox o cosas peores.

Finalmente, para muchas mujeres es cada vez más difícil entregarse a la maternidad, si eso es lo que desean. Los mensajes sociales condenándola si no es profesional, guerrera, libre, militante, independiente o cualquier otra narrativa que parezca positiva, las lleva a cambiar sus prioridades por completo. Y quienes venden el espejismo de que se les dé a los hijos «tiempo de calidad» están vendiendo la destrucción de los niños y del futuro. No hay tal tiempo de calidad. Una mujer es un ser humano, no un superhéroe, nadie puede llevar con eficacia tantas tareas a la vez.

En esa misma línea, la fórmula de «aquí todos hacemos todo» es otra falacia. Los hombres no son madres, aunque traten con todo su corazón. Y, de igual forma, las madres no son padres, aunque traten con todo su corazón.

La solución a esta encrucijada es reconvertir el diseño social, de modo que la felicidad de los niños sea el primer objetivo de la sociedad; objetivo que se cumplirá si los niños pasan con sus madres el mayor tiempo posible. Para ello, debería remunerarse el trabajo de madre mucho más que el de un gerente; porque crear y criar a un ser humano es infinitamente más importante que los estados financieros y los de ganancias y pérdidas. El ubicar a las madres en la cúspide de la pirámide social es la única manera de procurar felicidad a los niños, y por lo tanto de reducir la infelicidad de los hombres. A eso debemos abocarnos.

Fotografía: equilibrioemvida.com

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